La importancia de la educación “emocional” en el “hogar”

No todos pero sí muchos de los habitantes de Latinoamérica viven en malas condiciones en cuanto a salud, economía y educación, en especial aquella educación que el Estado y la sociedad en general esperan confiadamente que se dé dentro del hogar.

Hablamos de educación emocional, la misma que se vuelve indispensable para enfrentar con éxito los retos de la vida real. Los llamamos retos porque eso es lo que son, para forzarnos a prepararnos más y a aplicar lo aprendido para hacer las cosas cada día mejor, tal y como lo indica la “regla del minuto” o el método “kaizen” como llaman los japoneses a esta técnica que ellos emplean para mejorar día a día.

Sin embargo ¿cuál es el estado real y actual de los hogares en relación con su rol en la educación de las personas que allí residen en América Latina en comparación con el resto del mundo, en especial con los países que quedaron como “del primer mundo” después de la segunda guerra mundial? Aunque esta pregunta parezca compleja por ser demasiado larga, la respuesta es muy simple y corta: “los hechos hablan por sí solos”.

Me atrevería a decir que la mayoría de latinoamericanos no cuentan aún con una educación de calidad de parte de sus padres o demás familiares mayores en cuanto a gestión de las emociones se refiere, lo cual los lleva una y otra vez a cometer errores por meros impulsos emocionales, a lo que ellos generalmente llaman “destino” o, en el peor de los casos “obra del diablo” o “voluntad de Dios”.

Durante los últimos siglos los latinoamericanos, después de ser conquistados por los europeos, que nos invadieron, saquearon, sometieron y adoctrinaron, fuimos forzados a seguir un estilo de vida que no beneficiaba a ambas partes por igual sino solamente a dichos conquistadores de primer mundo, razón por la cual el nivel de calidad de vida de la mayoría de los latinos terminó por debajo del de los ciudadanos que sí recibieron educación de calidad a temprana edad desde su hogar en países como lo son EEUU, Canadá y la mayoría de países europeos.

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He ahí la importancia de la educación emocional, pues si no nos formamos como “personas” en casa, es literalmente imposible que podamos vivir bien en sociedad, ya que la falta de principios, valores, aptitudes y buena actitud es para la sociedad lo que el cáncer es para el cuerpo humano, desencadenando una serie de acontecimientos caracterizados por su corrupción, ignorancia, irresponsabilidad y mediocridad. Si empezamos a trabajar en estas 4 debilidades que acabo de mencionar, de manera personal y luego con los demás, es probable que logremos educar de una manera diferente a los niños de hoy para poder disfrutar en unas décadas de los adultos del mañana, que se podrían caracterizar por ser más íntegros, sabios, diligentes y excelentes que las generaciones anteriores que no tuvieron oportunidad de educarse emocionalmente en América Latina. Es más, dejaríamos de ser para los gringos esa especie de indios con taparrabos con los que ellos no quieren nada todavía.

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